La relación y la tarea: las 2 causas principales de conflictos en tu equipo.
En los equipos, los conflictos surgen, entre otras causas, cuando no hay un equilibrio entre la tarea y la relación. Este equilibrio es necesario para la armonía y la productividad en la empresa.
La tarea es el qué hacemos: los objetivos, procesos, resultados...
El conflicto aparece cuando hay exceso de foco o falta de organización en la tarea:
Se priorizan los resultados sobre las personas.
Se exige sin escuchar.
Se pierde la motivación y la confianza.
También surge el conflicto cuando se descuida la tarea.
Cuando se descuida la capacitación y orientación de las personas.
Cuando los procesos, funciones... no están claros.
Cuando los objetivos no están bien diseñados...
La relación: cómo nos relacionamos y tratamos mientras realizamos la tarea.
El conflicto aparece cuando hay exceso o defecto de foco en la relación:
Se evita la gestión del conflicto o conversaciones difíciles por no incomodar.
Falta claridad o exigencia.
Se posponen decisiones importantes.
Baja la productividad.
Y cuando hay un defecto de foco en la relación, supone el mismo error que cuando ponemos poco foco en la tarea.
El liderazgo eficaz consiste en equilibrar la relación y la tarea.
Buena gestión de la tarea y mala de la relación: supone eficacia, pero tensión, desmotivación...
Buena gestión de la relación y mala de la tarea: crea una aparente “felicidad”, pero bajo rendimiento que terminará en tensión...
El líder consciente sabe cuándo apretar (con sentido) y cuándo acompañar.
Dirige con claridad y cuida la relación.
Porque sabe que los miembros de los equipos necesitan capacidad, orientación y motivación.
Profundizando en el equilibrio entre relación y tarea:
Este equilibrio es uno de los mayores retos de cualquier líder o responsable de equipo.
La mayoría de los conflictos internos no se originan por diferencias técnicas, sino por cómo nos relacionamos mientras hacemos nuestro trabajo.
La tarea representa los resultados, los procesos, los objetivos, la planificación y la ejecución. Es la parte tangible del trabajo.
Pero sin una buena relación, sin confianza, respeto y comunicación, esos resultados se vuelven insostenibles a medio plazo.
De la misma manera, una relación excelente sin foco en la tarea genera equipos cómodos, pero improductivos.
El equilibrio se logra cuando el líder combina exigencia con empatía, planificación con flexibilidad y orientación a resultados con orientación a personas.
El exceso de foco en la tarea.
Cuando un líder solo se centra en la tarea, corre el riesgo de tratar a las personas como recursos y no como seres humanos.
El equipo puede obtener resultados a corto plazo, pero se resentirá a medio y largo plazo.
Aparece el estrés, la falta de compromiso y la pérdida de confianza.
Los equipos que solo funcionan bajo presión acaban agotados y sin energía creativa.
Un exceso de foco en la tarea genera tensión y desmotivación, porque las personas dejan de sentirse escuchadas y valoradas.
En este caso, el rendimiento se mantiene por obligación, no por convicción.
El exceso de foco en la relación.
Por el contrario, cuando el líder da demasiada prioridad a la armonía por encima de la exigencia, aparecen los conflictos silenciosos.
Se evitan las conversaciones difíciles, no se establecen límites y se toleran comportamientos improductivos.
A corto plazo, puede parecer que el clima es positivo, pero en realidad se está deteriorando la credibilidad del liderazgo.
El equipo pierde rumbo, la productividad baja y el compromiso real se diluye.
Un líder demasiado complaciente puede ser querido, pero no será respetado.
Y sin respeto, no hay liderazgo efectivo.
El punto de equilibrio.
El liderazgo eficaz no consiste en elegir entre la tarea o la relación, sino en gestionar ambas con equilibrio y consciencia.
Un líder que sabe “cuándo apretar y cuándo acompañar” consigue equipos comprometidos, autónomos y de alto rendimiento.
Este tipo de líder desarrolla tres habilidades clave:
Capacidad: forma y entrena a su equipo para que sea competente.
Orientación: establece un rumbo claro, objetivos concretos y expectativas realistas.
Motivación: reconoce los logros, fomenta la participación y genera sentido de propósito.
Cuando estos tres pilares se equilibran, los equipos trabajan con energía, confianza y eficacia.
Y el conflicto, en lugar de ser un obstáculo, se convierte en un motor de mejora.
Conclusión
El equilibrio entre relación y tarea no es un estado fijo, sino un proceso continuo de observación y ajuste.
Cada persona, cada situación y cada etapa del equipo exige un tipo de liderazgo diferente.
El reto está en saber leer lo que el equipo necesita en cada momento.
Porque un buen líder no solo consigue resultados: consigue resultados sostenibles en el tiempo gracias a las personas.
Si quieres lograr ese equilibrio en tu empresa, contacta conmigo y trabajaremos juntos para transformar la manera en la que lideras y te comunicas con tu equipo.
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