Todos somos vendedores.
Aunque no trabajes en un departamento comercial, vendes a diario.
En el trabajo…
Convences a un compañero, defiendes un proyecto, negocias con un proveedor…
Cada una de estas situaciones es una venta: estás influyendo, persuadiendo o buscando acuerdos.
En tu vida personal…
Convences a tus hijos para que estudien, a tu pareja para un plan, a los amigos para que te acompañen a ese viaje o a ese restaurante.
Estás vendiendo.
Vender no es solo cambiar dinero por producto, es cambiar actitudes, percepciones y decisiones.
Vender es comunicar con propósito.
No se trata de manipular, sino de conectar, entender a la otra parte y generar confianza.
La venta empieza por la empatía y la escucha.
Negociar es una habilidad transversal.
Negociamos cuando pedimos una mejora de condiciones, proponemos un cambio, tratamos de resolver un conflicto…
Y, como otras habilidades, se puede entrenar.
Todos vendemos algo.
La diferencia radica en saber hacerlo bien.
Comprender esto cambia la forma de relacionarnos.
Cuando asumimos que vender no es imponer, sino comprender y ofrecer valor, pasamos de la persuasión agresiva a la influencia positiva.
Una conversación de venta bien llevada no termina con un “sí” forzado, sino con un acuerdo verdadero, en el que ambas partes sienten que ganan.
Las grandes ventas no se logran por insistencia, sino por conexión. Quien domina la venta sabe que las personas no compran productos, compran confianza.
No compran lo que haces, compran por qué lo haces.
Simon Sinek lo explica con claridad: las decisiones de compra (igual que otras decisiones) parten del por qué, no del qué.
Por eso, la venta no empieza con un argumento, sino con una pregunta.
Escuchar antes de hablar. Entender antes de proponer. Ayudar antes de convencer.
Esa es la base de la venta moderna, y también de cualquier comunicación eficaz.
Los líderes más inspiradores, los profesores más recordados, los padres más influyentes y los profesionales más respetados tienen algo en común: saben vender ideas.
Saben comunicar de forma que los demás comprendan, se sientan escuchados y quieran colaborar.
Vender, en el fondo, es un acto de servicio. Es ofrecer algo que mejora la vida del otro, ya sea una solución, una idea o una emoción.
Por eso, cuando aprendes a vender, no solo mejoras tus resultados profesionales: también mejoras tus relaciones personales y tu capacidad de influir positivamente en el entorno.
Porque todos vendemos, sí.
Pero los que lo hacen con empatía, propósito y autenticidad, no solo logran acuerdos… construyen confianza y dejan huella.
Te puedo ayudar a conseguirlo.
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